2020 ARQUITEXTO 110 Arquitectura y Género

Dolores Hayden describe en su obra La gran revolución doméstica la aportación realizada por un grupo de mujeres feministas en materia de vivienda colectiva a finales del siglo XIX y principios del XX en Estados Unidos. Esta aportación era casi desconocida antes de que Hayden comenzara su investigación sobre las comunidades socialistas de su país que, en…

Dolores Hayden describe en su obra La gran revolución doméstica la aportación realizada por un grupo de mujeres feministas en materia de vivienda colectiva a finales del siglo XIX y principios del XX en Estados Unidos. Esta aportación era casi desconocida antes de que Hayden comenzara su investigación sobre las comunidades socialistas de su país que, en paralelo, reveló la existencia de mujeres organizadas para poder trabajar y cuidar de los suyos, llegando estas a plantear y a construir otros modelos de residencia e, incluso, de organización urbana.OCASO, 1980. W. GARCÍA

Pero Estados Unidos no es un caso aislado. Las mujeres, arquitectas o no, siempre han estado implicadas en la configuración, en la conservación y en el mantenimiento del entorno que habitamos, ya que han sido persistentemente actrices esenciales de la habitabilidad de las ciudades al atender, casi en exclusiva, todas las tareas de cuidado, en todas sus escalas. Y dicha acción continuada ha producido efectos sobre la ciudad y sobre la edificación que, aún hoy, no son bien reconocidos.

Por otra parte, la construcción del espacio que habitamos, a pesar de lo dicho en el párrafo anterior, aún está mayoritariamente en manos de reducidos grupos de poder. Superar esta situación requerirá incorporar las necesidades, puntos de vista y aspiraciones de todos, ya que pensar el espacio construido que habitamos debe ser una aspiración y un ejercicio de la ciudadanía, y hacerlo desde la perspectiva de género evidencia una responsabilidad y compromiso para con las personas. Incorporar la perspectiva de género en la República Dominicana supone promover la introspección y la pausa necesarias para mirar el camino andado y reconocer las omisiones, segregaciones y discriminaciones de las que, como arquitectos, urbanistas y promotores, hemos formado parte, consciente o inconscientemente, a través de la proyección de nuestros espacios, nuestras edificaciones y nuestras ciudades. Y es importante hacerlo, porque si no, cuando no se aplica la perspectiva de género, el hábitat se convierte en un colaborador necesario para el ejercicio de la violencia sobre las personas más vulnerables.

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